A sus once años, Arima Kousei dejó de tocar el piano tras haber arrasado con
todas las competencias de la temporada. Los murmullos entre el público no hacían más que juzgar al “Metrónomo Humano” como un desperdicio de talento. Kousei permaneció en el silencio de su propio llanto más pequeño que nunca.
El sol brillaba caluroso sobre el equipo de béisbol femenil;Tsubaki golpeaba la pelota mandándola por los aires como un tiro perfecto interrumpido por el terrible sonido de una ventana rota, nuevamente lo había hecho. Obligada por sus amigas, la castaña fue hasta la sala de música de la Escuela Media Tatsusumi donde un chico se encontraba tendido en el suelo sobre un pequeño charco de sangre. Tsubaki sabía que
debía esconder la evidencia y huir de inmediato, sin embargo el rostro que la veía no era más que el de Arima Kousei. Esta suspiró aliviada de que se tratara de él.
Kousei se levantó aturdido por el golpe y vio que la ventana estaba rota, ahora sabía qué había pasado; “Para de lanzar la pelota aquí” pidió ligeramente molesto, no era la primera vez que pasaba. La castaña se excusó diciendo que su mano se había resbalado en la práctica, esa era su última primavera en la escuela media y su meta era la triple Crown.
El chico dejó de escucharla, tenía sus propios problemas; debía limpiar los vidrios y pensar en una manera de disculparse. Tsubaki se apresuró a detenerlo, no podía permitir que se lastimara, después de todo era un pianista. “No importa realmente” contestó él con frialdad.
El sonido de un flash irrumpió en la sala; un chico rubio había aparecido en la ventana con en su celular El chico dejó de escucharla, tenía sus propios problemas; debía limpiar los vidrios y pensar en una manera de disculparse. Tsubaki se apresuró a detenerlo, no podía permitir que se lastimara, después de todo era un pianista. “No importa realmente” contestó él con frialdad.
una foto mal interpretada. No era de extrañarse, ambos eran amigos y vecinos de la infancia, sólo les faltaba dar un paso más.
De camino a casa, Tsubaki se quejaba del vicepresidente que había golpeado al peli-azul y de la ubicación del edificio entre otras cosas. Watari se sintió mal por su amigo que siempre terminaba pagando los platos rotos de la castaña; cosa que realmente no le importaba a Kousei, pues a pesar de ser hijo único consideraba a Tsubaki como una hermana problemática a la que debía cuidar. Watari le advirtió que era demasiado amable y luego partió en busca de su novia; ambos lo vieron alejarse, esa era la tercera que tenía; alguien como él era enemigo de las mujeres.
Tsubaki le preguntó al chico si había alguien que le gustara, pues “cuando encuentras el amor, todo parece color rosa”; Kousei respondió negativamente, no había alguien de pudiera enamorarse. La expresión sombría en su rostro enojó a la chica, no soportaba que permaneciera en las sombras siendo apenas un adolescente, debía brillar y vivir el momento.
Kousei la admiró por unos momentos, sí… los ojos de su amiga eran brillantes y seguro veían la vida de colores, pero los suyos solo podían ver en blanco y negro, como las partituras y las teclas del piano.
El sol brillaba nuevamente sobre la cancha de soccer donde Watari relucía ante las chicas. Dentro del salón, Arima fue atacado por la castaña enfadada pues el chico se había quedado solo de nuevo después de clases. Tsubaki pidió su ayuda para ir a una doble cita con una amiga y Watari, ya que sería incómodo ser la tercera rueda de la bicicleta. La chica de la que hablaba era una violinista, así si la conversación se detenía, podrían hablar de música y hacerlo más ameno.
El sol brillaba nuevamente sobre la cancha de soccer donde Watari relucía ante las chicas. Dentro del salón, Arima fue atacado por la castaña enfadada pues el chico se había quedado solo de nuevo después de clases. Tsubaki pidió su ayuda para ir a una doble cita con una amiga y Watari, ya que sería incómodo ser la tercera rueda de la bicicleta. La chica de la que hablaba era una violinista, así si la conversación se detenía, podrían hablar de música y hacerlo más ameno.
Kousei afirmó que ya no era pianista, y que sólo utilizó el piano para comprobar las partituras que escribió de oído, sin embargo para Tsubaki era todo lo contrario, se aferraba a la música de todas las maneras posibles.
De vuelta en casa, el chico de ojos zafiro dejó un ramo de flores frente a la fotografía de su madre. Ese día era su aniversario de defunción. Su sueño era
convertirlo en un pianista de talla internacional, habían practicado en la sala de música todos los días y por
tantas horas, entre gritos y golpes que no se detenían aunque llorase, si eso la hacía sentir mejor, estaba bien para él. Sin embargo, cuando las puertas a Europa se abrieron por primera vez, su madre murió.
“Odio el piano pero sigo aferrado a él, Quizás es porque sin el piano estoy vacío… sólo me quedan las dolorosas y prolongadas memorias” Meditó recostado sobre las sábanas de su cama mientras que en la casa continua la castaña suspiraba por no escucharlo tocar; ya habían pasado dos años y todo seguía silencioso.
Al día siguiente, Kousei era el único esperando cuando logró ver un zapato detenido de un rama de un árbol cercano. Al investigar, se encontró también con unos pantalones de chica seguido de un sonido peculiar. Guiado por la linda tonada, llegó hasta el centro del parque donde una joven de cabello tintado de rubio tocaba una pianica junto el revolotear de las palomas. Sus ojos eran azules y cristalinos que desbordaban lágrimas.
Unos niños se acercaron a ella, las palomas no habían bajado aún.
“Toquemos más fuerte todos juntos” sugirió con los niños tocando una trompeta y castañuelas. La imagen era hermosa a los ojos de Kousei, tanto que debía tomarles una fotografía. Una paloma bajó y jugueteó con ellos unos instantes y subió con una fuerte ráfaga de viento que levantó la falda de la muchacha. El sonido del flash la puso alerta, un chico pervertido le había sacado fotografía.
Molesta, se apresuró a golpearlo con la pianica, era imperdonable, ya no podría ser una novia si otro chico la había visto. La algarabía alertó a Watari y Tsubaki que llegaron a su encuentro; Tsubaki la presentó como Kaori Miyazono, la amiga
de quien había hablado. Pese al evidente rechazo por parte de Kousei, la castaña le dijo que Kaori estaba enamorada de Watari y que no tendría ninguna oportunidad siendo el “Amigo A”.
El reloj de la rubia indicaba que ya es hora del concurso en el Salón Towa donde se presentaría como Violinista. Arima parpadeó perplejo admirando el enorme edificio mientras era llevado por la rubia, en la primavera de sus catorce años comenzó a correr con sus propias piernas.
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